jueves, 24 de marzo de 2016

REFLEXION MQV.- MEDITACION SOBRE LA SANTA CENA- JUEVES SANTO

TEMA: El triple significado de la cena del Señor





La Cena del Señor es un recordatorio de lo que Jesús hizo en el pasado, un símbolo de nuestro presente compañerismo con él y una promesa de lo que hará en el futuro. Revisemos estos tres aspectos.


El pan y el vino son recordatorios de la muerte de Jesús en la cruz

En la tarde cuando fue traicionado, mientras Jesús estaba comiendo con sus discípulos, tomó un poco de pan y dijo, “Éste es mi cuerpo dado para ustedes; hagan esto en memoria de mí” (Lucas 22:19). Ellos comieron un pedazo del pan. Cuando nosotros participamos en la Cena del Señor, cada uno come un pedazo de pan en memoria de Jesús.
“De la misma manera, después de haber cenado, tomó la copa, diciendo: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre el cual es derramada por ustedes” (v. 20). Cuando nosotros bebemos una cantidad pequeña de vino en la Cena del Señor, recordamos la sangre de Jesús que se derrama por nosotros, y que su sangre significó el nuevo convenio. Así como el antiguo pacto se selló con la rociadura de sangre, el nuevo pacto se estableció por medio de la sangre de Jesús (Hebreos. 9:18-28).
Pablo dijo: “Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que él venga” (1ª Cor. 11:26). La Cena del Señor es una mirada retrospectiva de la muerte de Jesucristo en la cruz.
La Cena del Señor es una mirada retrospectiva de la muerte de Jesucristo en la cruz.
¿La muerte de Jesús es una cosa buena, o una cosa mala? Hay ciertamente algunos aspectos de mucha aflicción respecto a su muerte, pero la gran apreciación de este suceso es que su muerte es la mejor noticia posible. Muestra cuánto Dios nos ama. Tanto fue ese amor que envió a su Hijo para que muriera por nosotros, para que nuestros pecados puedan perdonarse y podamos vivir por siempre con él.
La muerte de Jesús es un tremendo regalo para nosotros. Es precioso. Cuando recibimos un regalo de gran valor, un regalo que involucró un sacrificio personal, ¿cómo debemos recibirlo? ¿Con lamento y pena? No, eso no es los que el dador quiere. Más bien, debemos recibirlo con gran gratitud, como una expresión de gran amor. Si por ello derramamos lágrimas, deben ser lágrimas de alegría.
Así que la Cena del Señor, aunque es un recordatorio de una muerte, no es un funeral, como si Jesús todavía estuviera muerto. Es realmente lo contrario, nosotros observamos esto sabiendo que la muerte de Jesús sólo duró tres días.
Sabiendo que la muerte no nos sujetará para siempre, nos regocijamos que Jesús ha conquistado la muerte, y ha librado a todos los que fueron esclavizados por miedo a la muerte (Heb. 2:14-15).
¡Podemos recordar la muerte de Jesús con el conocimiento feliz que él ha triunfado por encima del pecado y la muerte! Jesús dijo que nuestro llanto se convertirá en la alegría (Juan 16:20). Venir a la mesa del Señor y participar en la comunión, debe ser una celebración, no un funeral.
Los Israelitas del antiguo pacto miraban a los eventos de la Pascua como un momento definido en su historia, el tiempo cuando su identidad como nación empezó. Era cuando ellos escaparon de la muerte y la esclavitud a través de la mano poderosa de Dios y fueron librados para servir al Señor. En la iglesia cristiana, miramos los eventos que rodean a la crucifixión y la resurrección de Jesús como el momento definitorio en nuestra historia. Es de cómo escapamos de la muerte y la esclavitud del pecado, y cómo nos libramos sirviendo al Señor. La Cena del Señor es una conmemoración de ese momento que define nuestra historia.

La Cena del Señor figura nuestra relación presente con Jesucristo

La crucifixión de Jesús tiene una importancia continua en todos quienes han tomado una cruz para seguirlo. Continuamos participando en su muerte y en el nuevo pacto porque participamos en su vida.
Pablo escribió: “Esa copa de bendición por la cual damos gracias, ¿no significa que entramos en comunión con la sangre de Cristo? Ese pan que partimos, ¿no significa que entramos en comunión con el cuerpo de Cristo?” (1ª Cor. 10:16). Por medio de la Cena del Señor, mostramos que compartimos en Jesucristo, comulgamos con él, estamos unidos a él.
El Nuevo Testamento habla de nuestro compartir con Jesús en varias formas. Compartimos en su crucifixión (Gal. 2:20; Col. 2:20), su muerte (Rom. 6:4), su resurrección (Efesios 2:6; Col. 2:13; 3:1) y su vida (Gal. 2:20). Nuestras vidas están en él y él está en nosotros. La Cena del Señor simboliza esta realidad espiritual.
Juan 6 da un cuadro similar. Después de que Jesús proclamó ser el “pan de vida”, dijo: “Quienquiera que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el último día” (v. 54).
Es esencial que encontremos nuestra comida espiritual en Jesucristo. La Cena del Señor figura esta verdad continua. “El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él” (v. 56), significa que nosotros vivimos en Cristo, y él vive en nosotros.
La Cena del Señor nos ayuda a mirar hacia arriba, a Cristo, y ser conscientes que la verdadera vida sólo puede estar en él y con él.
Así que la Cena del Señor nos ayuda a mirar hacia arriba, a Cristo, y ser conscientes que la verdadera vida sólo puede estar en él y con él.
Pero cuando somos conscientes de que Jesús vive en nosotros, también hacemos una pausa para pensar qué tipo de hogar le estamos dando a él. Antes que él entrara en nuestras vidas, éramos habitaciones de pecado. Y Jesús lo sabía antes de tocar a la puerta de nuestras vidas. Él quiere entrar para hacer la limpieza. Pero cuando Jesús toca, muchas personas intentan hacer un rápido orden antes de abrir la puerta. Sin embargo, nosotros somos humanamente incapaces de limpiar nuestros pecados. Lo más que podemos hacer es esconderlos en el armario.
Así que escondemos nuestros pecados en el armario, e invitamos a Jesús a pasar a nuestra sala. En un futuro le permitimos entrar a la cocina, y luego al vestíbulo, y posteriormente a una alcoba. Es un proceso gradual. En el futuro Jesús consigue que el armario dónde nuestros peores pecados están ocultos, sea limpiado por él. Año tras año, cuando crecemos en la madurez espiritual, rendimos más de nuestras vidas a nuestro Salvador.
Es un proceso y la Cena del Señor juega un papel importante en este proceso. Pablo escribió: “Así que cada uno debe examinarse a sí mismo antes de comer el pan y beber de la copa” (1ª Cor. 11:28). Cada vez que participamos, debemos examinarnos, concientes del gran significado que involucra esta ceremonia.
Cuando nos examinamos, encontramos a menudo que tenemos pecado. Esto es normal. No hay ninguna razón para evitar en participar en la Cena del Señor. Simplemente es un recordatorio en el que necesitamos a Jesús en nuestras vidas. Sólo él puede librarnos de nuestros pecados.
Pablo criticó a los cristianos de Corinto por su manera de observar la Cena del Señor. Los miembros adinerados venían primero, y comían una gran cena e incluso se emborrachaban. Los miembros pobres venían en último lugar, aún hambrientos. El adinerado no estaba compartiendo con el pobre (vv. 20-22). Ellos realmente no estaban compartiendo la vida de Cristo, porque no estaban haciendo lo que él haría, no eran comprensivos de lo que quiere decir el ser miembro del cuerpo de Cristo, y que los miembros tienen las responsabilidades entre si unos con otros.
Al examinarnos, necesitamos echar una mirada alrededor para ver si estamos tratándonos de la misma manera que Jesús ordenó. Si usted está unido con Cristo y yo me uno a Cristo, entonces nosotros realmente nos unimos entre si también. Así que la Cena del Señor, es una figura de nuestra participación en Cristo, también figura nuestra hermandad.
Pablo escribió en 1ª Cor. 10:17: “Hay un solo pan del cual todos participamos; por eso, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo” Participando juntos en la Cena del Señor, nos imaginamos el hecho que nosotros somos un cuerpo en Cristo, uno entre sí, con responsabilidades entre si.
La costumbre de lavado de pies también figura nuestra relación unos con otros. Aquellos que son grandes en el reino de Dios, aquellos quienes realmente están viviendo la vida del reino de él, están sirviendo unos a otros. Jesús mostró esto a sus discípulos lavándoles sus pies (Juan 13:1-15). Nosotros lo mostramos lavando los pies de una persona, y permitiendo que nos laven los pies. La vida cristiana involucra servir y ser servido. Esto debe ser así a lo largo de nuestras vidas, no sólo como simbolismo.
El simbolismo de este ritual puede mostrarse también con una verdadera actitud de servicio, de preocupación por el bienestar de la otra persona.

La Cena del Señor también nos recuerda el futuro, el retorno de Jesús.

El pan y el vino son prototipos de lo que será la más grande celebración de victoria en toda la historia.
Tres escritores del Evangelio nos señalan que Jesús dijo: “Les digo que no beberé de este fruto de la vid desde ahora en adelante, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre” (Mateo 26:29; Lucas 22:18; Marcos14:25). Siempre que participemos, recordamos la promesa de Jesús. Habrá un gran banquete “mesiánico”, un “Banquete de boda”, de celebración. El pan y el vino son prototipos de lo que será la más grande celebración de victoria en toda la historia. Pablo escribió que “Siempre que se coma este pan y beba esta copa, se proclama la muerte del Señor hasta que él venga” (1ª Cor. 11:26).


Nosotros siempre miramos hacia adelante, así como hacia atrás, hacia arriba, hacia el centro y hacia alrededor. La Cena del Señor es rica en significado. Por eso ha sido una parte prominente de la tradición cristiana a lo largo de los siglos. A veces se convirtió en un ritual inanimado, lleno más de hábito que de significado. Cuando se convierte en un simple ritual, pierde significado, algunas personas exageran deteniendo el ritual completamente. La mejor respuesta es restaurar el significado. Por eso es útil para nosotros repasar lo que simboliza este acontecimiento.
Bendiciones y paz amados hermanos.

REFLEXION MQV.- MEDITACION SOBRE EL JUEVES SANTO.

MEDITACIÓN DEL JUEVES SANTO
 LAVAR LOS PIES A LOS HERMANOS

EN LA Última Cena, según el Cuarto Evangelio (Jn 13, 1-15), en un clima cargado de honda emotividad por la despedida del Señor ante su inminente condena al suplicio de la cruz, Jesús lavó los pies a sus discípulos. Gesto extraño, pero cargado de un significado tan trascendental, que siempre podremos encontrar en él, los que queremos ser seguidores del Nazareno, un punto de referencia para hacer más auténtica nuestra vida y tarea cristianas en el mundo.

  En tal escena, sin duda una de las más bellas de toda la literatura religiosa universal, suficiente para acceder al más vivo conocimiento del Corazón de Dios revelado por Jesús, ocurrieron (debieron ocurrir, según nos lo hace entrever el texto joanneo) inquietudes y preguntas, llenos del más ardiente interés y preocupación por entender lo que se estaba dando ante sus ojos atónitos. ¡Tanto sugería a los allí presentes el gesto humilde de su Maestro: Si no te lavo los pies no tendrás parte conmigo!

Hoy nos toca a nosotros, herederos del peso de veinte siglos de cristianismo, herederos de aquella gesta de amor y de servicio que encarnara la despedida de Jesús, intuyendo que en eso de lavar los pies se contiene mucho más que una piadosa tradición repetida año tras año por las iglesias en el Jueves Santo, deseando ardientemente entrar en comunión con el Corazón del Maestro, hoy es deber nuestro interrogar, hasta llegar a saber con sabiduría incuestionable, por qué y cómo Él me ha lavado los pies a mí, por qué y cómo debo lavarlos yo a mis hermanos.

  Maestro, ¿por qué me lavas los pies? ¿Qué quieres significar con este gesto humilde, propio de los esclavos?

Los pies sostienen el cuerpo entero. Los pies nos enraízan a la tierra que pisamos, en la que hemos nacido y de la que formamos parte. Los pies nos permiten movernos en el espacio, manifestando así, según la dirección que toman nuestros pasos, los objetivos y anhelos de nuestro vivir y de nuestro amar.

  Los pies están orientados a un caminar hacia delante, ¡nunca hacia atrás! (caminar “hacia atrás” es una expresión de desorientación, de pérdida del verdadero norte de nuestros pasos). Son así el símbolo del progreso y de la ascensión a que está llamado el hombre. Los pies, pues, resumen el misterio de la existencia humana: itinerante, peregrina en este mundo hacia su verdadera patria: la casa del Padre, la Comunión Eterna en el Dios Viviente con la entera Creación.

Algo voy comprendiendo, Maestro, algo solamente, aunque ello me parece muy importante; pero aún me queda mucho por comprender. ¡Nunca antes había caído en la cuenta de lo mucho que significan los pies para los seres humanos!

 Lavaros los pies significa que mi servicio de Maestro y Señor -según vosotros me llamáis-, ha consistido en enseñaros a caminar por la vida, es decir, a ser libres y a plantearos metas altas de conquista en los auténticos valores humanos. No ha sido lo mío lavaros la cabeza, sino los pies. No he pretendido alimentar el mundo de vuestras ideas, sino desataros de las falsas concepciones de la vida, que dificultan vuestro caminar gozoso y libre, veraz y responsable, audaz y creativo. He querido enseñaros a ser, a que seáis vosotros mismos, siempre fieles a vuestra dignidad humana y a vuestra vocación divina.

Un momento, Maestro, un momento; ¿no estás dando demasiada importancia al papel de los pies en el conjunto del cuerpo humano y del ser total de la persona?  

Los pies sostienen todo el cuerpo. Los pies representan la libertad del hombre sobre la tierra. Esa libertad que llevamos en nosotros y que tenemos que defender y acrecentar, como imágenes vivas de un Dios Libre. ¡Pobres hombres y mujeres aquellos que no saben caminar hacia la verdad de sí mismos, hacia el encuentro y comunicación sincera con los hermanos y hacia la confianza y abandono en Dios Padre! ¿Para qué les sirven entonces los pies? La existencia humana sobre la tierra se define como camino. Un camino para cada uno que tenemos que aprender a recorrer, en parte, solos; en parte, acompañados. El que sabe andar su propio camino, puede ayudar a otros muchos a encontrar el suyo propio.

 Entonces, Maestro, si no he entendido mal, ¿toda nuestra misión se reduce a lavar los pies de las personas a quienes anunciamos el Reino? ¿Lavando los pies ya estamos predicando la Buena Noticia de la salvación?

Sí; si habéis entendido bien lo que yo he hecho con vosotros a lo largo de estos casi tres años que hemos convivido caminando juntos por Galilea. He querido enseñaros a ser fieles, cada uno a sí mismo, como condición de toda otra fidelidad, incluida la que debemos a nuestro Padre del Cielo. Pues nuestro Padre quiere verse reflejado en cada uno de sus hijos e hijas, que defienden su libertad, aman su individualidad humana, y se disponen gozosamente a servir a sus hermanos. ¿No habéis percibido en todas las curaciones de ciegos, tullidos y leprosos, esa invitación a ser ellos mismos, a caminar por su propio pie en libertad y responsabilidad, hacia las auténticas metas de sus vidas? ¿No habéis entendido que el perdón de los pecados consiste en desatar al pecador de todos sus miedos, complejos de culpabilidad, desconfianzas en sí mismo, para llegar a estar en condiciones de disfrutar más y mejor con los bienes que el Padre les regala cada día? 

¿Y, a quién tengo yo, que quiero seguir tus huellas, que deseo con ardiente corazón ser fiel a tu llamada, a quién debo yo lavar los pies, Maestro? ¿A quiénes debo prestar este servicio humilde y desinteresado de ayudarles a ser libres y responsables en la vida, auténticos y fieles a sí mismos?  

Son muchos los que esperan de ti ese servicio, aunque muchas veces ni ellos mismos se den cuenta de que lo necesitan. No olvidéis que la libertad asusta al hombre. A menudo los humanos se conforman con migajas de libertad; pero una libertad radical, aquella que nos lanza a la aventura de conquistarnos a nosotros mismos, de vivir para ser, cultivando la propia humanidad lejos de todo conformismo y afán de seguridades…, esta libertad -única digna de tal nombre-, es muchas veces más temida que deseada por los humanos. ¡Es tan frecuente para los humanos situar su felicidad individual por encima de sulibertad personal!


Difícil tarea, pues, Maestro, esta de ayudar a los hombres y mujeres a ser libres…

 Por supuesto. Pero siempre encontraréis en vuestro camino evangelizador personas dignas de su humanidad, que esperan de alguien ese gesto fraternal que les ayude a liberarse de sus condicionamientos: dudas, temores, ansiedades, desesperanzas, evasiones… Esas personas que mantienen su rebeldía ante la nada, ante el absurdo y la muerte, y no se resignan a vivir sin su dignidad reconocida y respetada, sin un destino que satisfaga sus más hondas aspiraciones de felicidad y vida. Esas personas son la buena tierra en la que da mucho fruto la palabra evangélica. En los rebeldes e insatisfechos hay ya un largo camino abierto para el encuentro con la voluntad del Padre. 

¡Qué hermoso, pues, Maestro, poder prestar en el mundo un servicio tan liberador a nuestros hermanos! 

Lo prestarás en la medida en que participes con ellos en sus luchas de liberación. Porque, aunque muchos no sepan que necesitan de la predicación evangélica, lo sabrán al percibir en tu actitud de servicio desinteresado, en tu amor arriesgado por ellos, que lo haces todo por solidaridad en sus problemas y en sus aspiraciones legítimas. Gratis lo habéis recibido, ¡dadlo gratis!: será el gozo de sentirte liberado por el Amor del Padre lo que contagiará alegría y afán de libertad en otros. El evangelizador es un comunicador contagioso de su propia libertad. 

Con todo, Maestro, no debe ser nada fácil eso de lavar los pies, eso de enseñar a los hombres a ser libres, eso de contagiar a otros la propia alegría de la fe. 

Lavaros los pies supuso para mí subir a la cruz. No esperes que te cueste menos. Pero no temas: la cruz se ha revelado para afirmar en el mundo el auténtico e indiscutible humanismo: el que da la vida por los amigos. Rechazar la cruz que te impone ayudar a mujeres y hombres de tu entorno histórico a ser libres, significaría renunciar al poder renovador, de resurrección, que nace de la cruz del amor para el mundo entero. Sólo muriendo en fidelidad a sí mismo y a la tarea que te ha sido encomendada -como el grano de trigo que se pudre para poder llegar a ser espiga granada-, se permanece dando vida a otras vidas.
(CONTINUARA...)  
Bendiciones y paz amados hermanos.






jueves, 17 de marzo de 2016

REFLEXIONES Y ENSEÑANZAS MQV.-LA UNCION DEL ESPIRITU SANTO

REFLEXIONES MQV
La Unción del Espíritu Santo - Derrotando a Nuestros Enemigos
Sansón es uno de los ejemplos mas claros que encontramos en la Biblia acerca de lo que puede lograr un hombre lleno del Espíritu Santo. Sansón ganó grandes batallas cuando el poder de Jehová estaba sobre él, pero cuando fue derrotado por las tentaciones de Dalila ni cuenta se dio que ese poder se había retirado.
El Diablo hace un trabajo muy sutil. Y en ciertas ocasiones, las tentaciones de la carne son tan imperceptibles que hasta pueden alejar la presencia y el poder del Espíritu de Dios sin que nos demos cuenta lo que pasó. Cuando esto sucede estamos en serios problemas ya que de su unción dependen nuestra vida y nuestras victorias. En cambio, si tenemos a favor ese poder podremos vencer toda adversidad, para ello es imprescindible estar en comunión con el Espíritu Santo. Las malas costumbres, nuestras debilidades y tentaciones, son algunos de los blancos fijos por donde el mundo nos atacará. Nuestra comunión con Dios es el único y verdadero poder que tenemos los creyentes para vencer a todos los enemigos.
Sansón es el vivo ejemplo de las victorias que podemos alcanzar con la unción del Espíritu Santo. Su poder sobre los filisteos fue legendario y su valentía extraordinaria, pero cuando perdió su unción casi lo derrotaron. Cuan difícil es en estos días caminar con el aceite santo de la unción de Jehová, pero es vital para nosotros no perderlo en el camino, pues solo su bondad puede ayudarnos a superar la maldad que nos rodea, solo su luz puede disipar nuestras oscuridades, solo su alegría puede matar nuestras tristezas, solo su perdón erradica el resentimiento de los corazones humanos, solo su amor elimina el odio, y lo mas importante.. solo él nos puede alertar a tiempo sobre cualquier engaño sutil de nuestros enemigos. Cuando vivimos en la plenitud del Espíritu Santo somos libres de cadenas de esclavitud y derrotamos todos los enemigos que nos enfrentan, internos y externos.
"• Bendiciones de Dios •"



viernes, 11 de marzo de 2016

ENSEÑANZAS COMO EVANGELIZAR MQV.

¿Cómo Abordar a Una Persona Para Evangelizarla?

Un punto clave dentro del evangelismo, es saber de qué manera a bordar a alguien para compartirle sobre el poder transformador de Jesucristo. Iniciar acertadamente  la conversación es fundamental ya que  quien está junto a usted puede abrir o cerrar las puertas al diálogo.
Partimos de la base de que todas las almas son de nuestro Dios, como lo declara el Señor a través del profeta: “...sepan que todas las vidas me pertenecen, tanto la del padre como la del hijo” (Ezequiel 18:4b Nueva Versión Internacional). Conscientes de esto, antes de salir a algún lugar para predicar el mensaje de Salvación, oramos primero pidiendo al Señor Jesucristo que nos facilite el acceso a las personas con las cuales entablaremos conversación. Orar antes de evangelizar es ineludible.
Iniciando el diálogo
Para que apreciemos una ilustración práctica y sencilla acerca de cómo iniciar el diálogo, nos remitiremos al encuentro casual que sostuvo nuestro amado Señor Jesucristo con la mujer samaritana, en Sicar, junto a un pozo de agua (Evangelio de Juan capítulo 4, Nueva Versión Internacional). Los pasos a seguir los describimos a continuación:
Primero: Inicie la conversación con un tema neutral
Jesús abrió el diálogo con algo elemental. Le dijo a la mujer:”Dame un poco de agua” (versículo 8). Si no quiere que le den un portazo en las narices o que quizá su interlocutor rompa la comunicación, evite comenzar tocando temas religiosos. Jamás olvide que usted desconoce el trasfondo cultural, académico e incluso social de quien se encuentra a su lado. Hay muchas formas de iniciar la conversación. Puede ser un:” ¿Qué hora tiene, por favor?, ¿Qué calor hace?” etc. Si dependemos de El, Dios nos iluminará sobre cómo romper el hielo.
Segundo: Maneje con prudencia los puntos de aparente conflicto
El Señor Jesús se encontró con una aparente dificultad: la mujer era de Samaria. El texto explica: “Pero como los judíos no usan nada en común con los samaritanos, la mujer le respondió: --¿Cómo se te ocurre pedirme agua, si tu eres judío y yo soy samaritana?” (Versículo 9).
Es probable que usted encuentre barreras, y su interlocutor intente, desde un comienzo, generar polémicas. Aquí usted requiere toda la prudencia y sabiduría de lo alto. Recuerde que el asunto no es de marcar si alguien pertenece a tal o cual organización religiosa, tradicionalista o no. El mensaje de Jesucristo es para todas las almas. Rebasa todas las fronteras denominacionales. He visto a quienes comienzan a evangelizar y en cuestión de minutos están inmersos en discusiones bizantinas. Cuando alguien a quien comparto el evangelio busca armar polémica, le pido a Jesucristo mentalmente, en oración, que me oriente... ¡Dios no falla! Generalmente encuentro la salida.
Bendiciones y paz amados hermanos.



martes, 1 de marzo de 2016

ADOREMOS CON EXCELENCIA MQV.- ENSEÑAME TU CAMINO SEÑOR


DIA 60.- DEVOCIONAL DIARIO MQV.- 100 DIAS DE ORACION- DANDOLE LAS PRIMICIAS A MI DIOS

TEMA: 

Nuestra comunión con Dios

Dedíquense a la oración.

Colosenses 4:2


Es interesante notar la gran porción de la Palabra sagrada de Dios dedicada al tema de la oración, ya sea dándonos ejemplos a seguir, exigiendo obediencia a su verdad o declarando promesas relacionadas con ella. Apenas abrimos la Biblia, nos encontramos con ¨Desde entonces se comenzó a invocar el nombre del Señor¨(Génesis 4:26) y justo antes de acabar  el bendito libro, llega hasta nuestros oídos el ´amen´ (Apocalípsis 22:21) de una petición cargada de propósito.

Los ejemplos son inagotables. En este libro encontramos a un Jacob que lucha (Génesis 32:22-32), a un Daniel que oraba tres veces al día (Daniel 6:10) y a un David que clamaba a su Dios con todo su corazón( Salmo 55:16; 86:12) .Vemos a Elías en la montaña (1 Reyes 18:16-46) y a Pablo y a Silas en la cárcel (Hechos 16:16-40).Encontramos infinidad de mandamientos e innumerables promesas.
¿Qué nos enseña esto, aparte de la sagrada importancia y la necesidad de la oración? Podemos estar seguros de que cualquier cosa que Dios haya destacado de forma prominente en su Palabra, es porque él anhela que sea llamativamente notoria en nuestra vida. Si él dice tanto sobre la oración es porque sabe cuánto necesitamos de ella. Nuestras necesidades son tan profundas que no debemos cesar de orar hasta que estemos en el cielo.
¿Crees que no tienes necesidades? Entonces me temo que no conoces tu verdadera pobreza. ¿No sientes el deseo ni la necesidad de hacerle peticiones a Dios? Entonces que Dios, en su inmensa misericordia exponga tus miserias porque ¡un alma sin oración es un alma sin Cristo!
La oración es el balbuceo entrecortado del niño que cree , el grito de guerra del creyente que lucha y el réquiem del santo agonizante que duerme en los brazos de Jesús. Es el aire que respiramos, es la clave secreta, es el aliento, la fortaleza y el privilegio de todo cristiano.De modo que si eres un hijo de Dios, buscarás el rostro de tu Padre y viviras en el amor de tu Padre.

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ORACION: Bendito Padre Celestial, venimos a tu Presencia Divina a darte todo Honor y toda Gloria, nos rendimos a tus pies, para pedirte que podamos ser humildes, santos devotos y diligentes, que podamos tener una comuniòn màs cercana a ti, y que ingreses con frecuencia al salòn del banquete de tu amor, oro mi Señor para convertirnos en un ejemplo y una bendiciòn para los demàs, y que podamos vivir cada dìa màs y màs para glorificar tu Santo Nombre, te lo pedimos en el Poderoso nombre de Jesùs amado. amèn.