martes, 28 de enero de 2020

No necesitamos experiencias sobrenaturales: La cruz es la prueba del amor de Dios

No necesitamos experiencias sobrenaturales: La cruz es la prueba del amor de Dios


Como buen latino que ha ido profundizando en su teología, yo he ido moviéndome en mi entendimiento acerca del fin del mundo[1]. Y si bien la escatología no es necesariamente un tema de primera importancia, en oración le pedí al Señor que me ayudara a que este año 2017 sea el año donde pueda afincarme en una postura. Por esa razón, he estado estudiando el tema con más frecuencia que antes.
En medio de este estudio me encontré con esta serie de 26 clases sobre escatología por el Dr. Don Carson (gratuitas, en inglés), y las estoy disfrutando poco a poco. Hay muy pocos académicos hoy en día como Carson, y además de su profundidad teológica, eso se evidencia en su corazón pastoral. En su segunda enseñanza, al tratar Apocalipsis 1:5b (“Al que nos ama y nos libertó de nuestros pecados con Su sangre”), él presentó esta conversación que sostuvo con una pareja en Papúa, Nueva Guinea. Ahí él presentó un eficaz recordatorio de cómo la cruz, y solo la cruz, es la prueba máxima del amor de Dios por nosotros. A continuación la historia, traducida y editada para claridad[2].

En este día en particular, yo fui a visitar la casa de esta pareja. Yo había dicho algunas cosas en un sermón que a esta pareja no les gustó, y ellos querían interactuar un poco conmigo.
Me comentaron cómo hace un tiempo había venido de visita un predicador desde los Estados Unidos. Él estaba lidiando con adultos que habían sido abusados como niños, y que se sentían alejados de Dios como resultado de ese abuso. Tenían todo tipos de historias de cómo es difícil sentirse amados por Dios cuando nunca has sentido amor de tus padres. Así que este predicador estaba tratando de ayudar a la gente que venía de este trasfondo a reimaginar su parto. Y este misionero me contó que él había reimaginado cómo él salió del vientre de su madre y Jesús estaba ahí para atraparlo y abrazarlo. Y fue algo tan conmovedor para él que él solo lloraba y lloraba y lloraba. Esta era la primera vez que él se había sentido amado por Jesús, y causó una catarsis tremenda en él.
“Ahora, ¿vas a criticar eso?”, me preguntó. Y es que yo había criticado algunas de esas cosas en algunos sermones. Él me dijo, “¡Me ayudó! Me siento más maduro, más estable, más amado por Cristo. ¿Hay algo malo en eso?”.
¿Qué hubieras respondido tú? “Bueno, es mejor que no te sientas amado por Cristo. Muchas gracias”.
No, lo que le dije fue: “Mira, si como consecuencia de esta experiencia puedes sentir mejor el amor de Dios en Cristo Jesús, qué bueno. No te voy a apedrear. Pero déjame decirte que, francamente, te has quedado con lo segundo y no con lo mejor”.
Y él me dijo, “¿excúsame?”.
Entonces le dije, “¿Dónde en la Escritura se muestra el amor de Cristo de una manera más evidente? Se manifiesta en la encarnación. Se manifiesta en los sufrimientos, de manera máxima en la obra de la cruz de Cristo. ¿No es de eso que hablan una y otra y otra vez los escritores del Nuevo Testamento? ¿No es eso lo que está pasando ahí en Apocalipsis 1? ¿No es de eso que habla Pablo cuando describe la justificación en Gálatas 2:20-21?…”.
Lo que le dije fue esto: “Mira. Pudiste haber tenido la misma catarsis. Pudiste tener el mismo sentimiento de reintegración emocional en el contexto de la aplicación de verdades básicas del evangelio. ¿Dónde nos habla la Biblia de proyectar en nuestra imaginación a Jesús estando ahí en el vientre de tu madre mientras caes de su barriga?
“Lo que está claro es que, en tu mente”, le dije, “No estás pensando en el poder del evangelio para reintegrar tu vida, sino en el poder de tu imaginación. Si estás reintegrado y empiezas a sentir bien otra vez, no voy a lanzarte piedras. Pero has elegido lo segundo mejor. Lo has alineado y asociado en tu mente no con lo que Dios dice que deberías haberlo asociado, sino más bien con algo que, con el tiempo, si no se mantiene a cuentas, pudiera eventualmente a llevarte a todo tipo de soluciones psicológicas y a ideas tipo meditación trascendental y cosas similares. Eso en vez de la demostración del amor de Dios más preciada, histórica y centrada en Dios, a saber: la cruz.
Te digo con honestidad que pudiste tener toda esa experiencia emocional de reintegración, de quebrantamiento, todas esas lágrimas, al meditar en un pasaje como Efesios 3:14-21, “(que) sean capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento”. Lo que necesitas es poder integrar tu comprensión experiencial del amor con el evangelio. De lo contrario, solo es cuestión de tiempo para que te vayas alejando a una mera búsqueda de experiencias divorciada de la revelación de Dios en el evangelio”.
Amén, y Amén. Cuán necesario es para nosotros en el mundo hispanohablante que dejemos de buscar sentir el amor de Dios en algo que nos pasó o algo que soñamos, y más bien lo sintamos verdaderamente donde fue revelado como en ningún otro lugar: el Cordero en el madero.

La clave del gozo cristiano

La clave del gozo cristiano

La palabra gozo aparece una y otra vez en las Escrituras. Por ejemplo, los salmos están llenos de referencias al gozo. El salmista escribe: “El llanto puede durar toda la noche, pero a la mañana vendrá el grito de alegría (o gozo)” (Sal. 30:5b), y “Aclamen con júbilo (o gozo) a Dios, habitantes de toda la tierra” (Sal. 66:1). De la misma manera, en el Nuevo Testamento leemos que el gozo es un fruto del Espíritu Santo (Gál. 5:22), lo que significa que es una virtud cristiana. Al ver este énfasis bíblico, debemos entender lo que es el gozo, y perseguirlo.
A veces se nos dificulta entender el concepto bíblico del gozo por la manera en que lo define y describe nuestra cultura occidental. En particular, a menudo confundimos el gozo con la felicidad. En las bienaventuranzas (Mt. 5:3-11), de acuerdo a la traducción tradicional, Jesús dijo: “Bienaventurados los pobres en espíritu… Bienaventurados los que lloran… Bienaventurados los humildes” (vv. 3-5, énfasis agregado), y así sucesivamente. Algunas veces, sin embargo, los traductores adoptan el lenguaje moderno y nos dicen que Jesús dijo feliz en lugar de bienaventurado. Me fastidia un poco cuando veo eso, no porque me opongo a la felicidad, sino porque la palabra feliz en nuestra cultura se ha convertido en algo sentimental y trivial. Como resultado, tiene una connotación de cierta superficialidad. Por ejemplo, hace algunos años, Charles M. Schulz, en la tira cómica de Charlie Brown, acuñó la frase: “La felicidad es un perrito”, y se convirtió en una máxima que articula una idea de la felicidad que es sentimental y placentera. Y luego está esa famosa canción, “Don’t Worry, Be Happy” por Bobby McFerrin en los 1980s. Sugería una actitud sin preocupaciones, una actitud casual hacia el deleite.
Sin embargo, la palabra griega usada en las bienaventuranzas se traduce mejor como “bendecido”, pues comunica no solo la idea de felicidad, sino también la de una profunda paz, confort, estabilidad, y grande gozo. Así que debemos tener cuidado cuando leemos el texto del Nuevo Testamento, para no leerlo con los lentes del entendimiento popular de la felicidad, y así perder el concepto bíblico del gozo.
Piensa de nuevo en la canción por McFerrin. La letra es extraña, desde la perspectiva contemporánea. Cuando canta: “Don’t worry, be happy (no te preocupes, sé feliz)”, está hablando en imperativo, un mandamiento: “No estés ansioso. En lugar de eso, sé feliz”. Nos está dando un deber, no una sugerencia. Pero nunca pensamos en la felicidad de esta manera. Cuando no somos felices, pensamos que es imposible decidir por un acto de la voluntad el cambiar nuestros sentimientos. Tendemos a pensar en la felicidad como algo pasivo, algo que nos pasa y sobre lo que no tenemos control. Es involuntario. Sí, lo deseamos y queremos experimentarlo, pero estamos convencidos de que no podemos crearlo por un acto de la voluntad.
Extrañamente, cuando McFerrin manda a sus escuchas a que sean felices, suena mucho como lo que vemos en el Nuevo Testamento. Una y otra vez en las páginas del Nuevo Testamento se comunica la idea del gozo como un imperativo, una obligación. En base a la enseñanza bíblica, yo inclusive diría que es un deber cristiano, su obligación moral, el tener gozo. Eso quiere decir que cuando un cristiano falla en tener gozo, está pecando, y que la falta de felicidad y gozo son, en cierta manera, manifestaciones de la carne.
Por supuesto, hay veces en que nos llenamos de dolor y tristeza. Jesucristo mismo fue llamado “varón de dolores y experimentado en aflicción” (Is. 53:3). Las Escrituras nos dicen: “Mejor es ir a una casa de luto que ir a una casa de banquete” (Ecl. 7:2a). Inclusive en el sermón del monte, Jesús dijo: “Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados” (Mt. 5:4). Puesto que la Biblia nos dice que es perfectamente legítimo experimentar lamento, dolor, y duelo, esos sentimientos no son pecaminosos.
Sin embargo, quiero que veas que las palabras de Jesús se pueden traducir como “gozosos son los que lloran”. ¿Cómo puede una persona llorar y permanecer en gozo? Bueno, creo que podemos desenredar eso fácilmente. El corazón del concepto del gozo en el Nuevo Testamento es este: una persona puede tener el gozo bíblico aun cuando está en lamento, sufrimiento, o pasando por circunstancias difíciles. Esto es porque el llanto de la persona está dirigido hacia un asunto en específico, pero al mismo tiempo, posee una medida de gozo.

¿Cómo podemos regocijarnos siempre?

En su carta a los filipenses, el apóstol Pablo habla acerca del gozo y acerca del deber cristiano a regocijarse una y otra vez. Por ejemplo, escribe: “Regocíjense en el Señor siempre” (4:4a). Este es un imperativo bíblico, y no deja lugar para no regocijarse; Pablo dice que los cristianos deben regocijarse siempre, no a veces, periódicamente, u ocasionalmente. Luego agrega: “Otra vez lo diré: ¡Regocíjense!” (4:4b). Pablo escribió esta epístola desde la prisión, y en ella habla de cosas sombrías, como la posibilidad de ser martirizado y derramado como sacrificio (2:17). Y aun así le dice a los creyentes filipenses que deben regocijarse a pesar de las circunstancias en las que se encontraba.
Esto nos regresa esta cuestión de cómo podemos tener gozo como una disciplina de la voluntad. ¿Cómo podemos permanecer gozosos todo el tiempo? Pablo nos da la clave: “Regocíjense en el Señor siempre” (énfasis agregado). La clave para el gozo cristiano está en su fuente, la cual es el Señor. Si Cristo está en mí y yo en Él, esa relación no es una experiencia de a veces. El cristiano siempre está el Señor y el Señor siempre en el cristiano, y esa siempre es una razón para tener gozo. Aun cuando el cristiano no puede regocijarse en sus circunstancias, si pasa por dolor, lamento, o tristeza, aun puede regocijarse en Cristo. Nos regocijamos en el Señor, y ya que nunca nos deja ni nos abandona, podemos regocijarnos siempre.

Si eres cristiano, sé íntegro

Si eres cristiano, sé íntegro





Si eres cristiano, sé íntegro
Una mente íntegra desembocará en integridad espiritual.
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07:57

Parece que es algo de lo más común en nuestros días. Las compañías se congratulan al respecto, y las agencias del consumidor persiguen a aquellas empresas que no las tengan. Las “leyes de privacidad” del consumidor han estado en boca de todos. Y es que a partir de la revolución virtual del internet en las últimas dos décadas, la venta ilegal de información privada de los consumidores se volvió en toda una industria con poca o nula regulación gubernamental. De pronto tu número celular, correo electrónico, nombre, y dirección estaban a la venta al mejor postor. 
Sin embargo, hoy las cosas parecen tomar un mejor rumbo para los consumidores. Casi no hay empresa, servicio, o lugar que no tenga su propia política de privacidad. Prometen —eso dicen— que tus datos están salvaguardados con ellos. Aseguran que no tienes por qué desconfiar. Son transparentes, verdaderos, sinceros, íntegros. No están tratando de capturar tus datos con motivaciones ocultas. 
¿Qué de la vida cristiana? ¿Acaso no es importante también considerar que nuestra integridad es una virtud vital para nuestra salud mental, emocional, y espiritual? ¿Acaso hemos de aceptar que nuestro cristianismo puede tener dos caras? La Biblia es clara al respecto y Dios nos enseña que la integridad es parte crítica en el proceso de santificación. No podemos ignorarla. En las palabras de Pablo: “No se dejen engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará” (Gál. 6:7). 
De tal modo que permíteme darte tres áreas de suma importancia en las que debemos cultivar integridad. 

Integridad mental

Como creyentes necesitamos entender que la integridad de nuestra creencia en Cristo debe comenzar en nuestra mente. Nuestra mente o corazón (a veces se usa intercambiablemente) ha sido transformado por Dios. Pablo escribe al respecto en 1 Corintios 2. El argumento de Pablo es simple: un incrédulo no puede entender las cosas de Dios porque para él son “locura”, o necedad (v. 14). En cambio, un creyente ha recibido una mente renovada que discierne y ve cosas que antes permanecían ocultas. 
Pablo asegura que “nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Co. 2:16). Esto es grandioso por un lado. Hemos recibido un trasplante de corazón, de mente, de pensamientos. Pero por otro lado, esto implica una gran responsabilidad. 
Como cristianos, necesitamos estar verificando que nuestra mente no esté regresando a los hábitos pasados que estaban envueltos en las garras del pecado. Debemos buscar que nuestras mentes sean íntegras. Que sean jardines que cultivan la mente de Cristo, sus pensamientos, sus palabras, sus actitudes, sus deseos, y sus propósitos. Debemos evaluar constantemente si solo decimos que pensamos como Cristo, o si realmente estamos permitiendo que sus pensamientos tomen control de nuestras mentes. 
¿Qué permites en tu mente? ¿Qué resguardas en lo más íntimo de tu corazón? ¿Hay aspectos de tu vida que proteges a tal grado que no quisieras que nadie viera lo que guardas allí? Si es así, tienes que arrepentirte de inmediato. Busca a Dios mientras el Espíritu obra en tu corazón. Mañana puede ser demasiado tarde. 
Si eres un creyente verdadero, que tu mente sea una puerta abierta a la mente de Dios. Una mente íntegra desembocará en integridad espiritual.
Por el contrario, nuestras mentes deben ser íntegras con lo que decimos. La mente es un verdadero campo de batalla porque el silencio esconde lo que vive en tu mente. Los ojos de otros no tienen acceso a lo que tu mente encierra. Pero olvidamos o ignoramos que Dios sí ve tu mente. Dios tiene acceso ilimitado a lo que tal vez pienses que está bien restringido. Disciplina tu mente a “meditar en su ley de día y de noche” (Sal. 1:2). Limpia tu mente y restablécela con la Palabra de Dios. Si eres un creyente verdadero, que tu mente sea una puerta abierta a la mente de Dios. Una mente íntegra desembocará en integridad espiritual.  

Integridad espiritual 

Lo hermoso del cristianismo, entre muchas otras cosas, es que Dios nos da el privilegio de demostrar externamente a otros lo que está sucediendo internamente en nosotros. Es exactamente lo que Jesús enseñó en Mateo 5:16 cuando dijo: “Así brille la luz de ustedes delante de los hombres, para que vean sus buenas acciones y glorifiquen a su Padre que está en los cielos”. 
El discípulo de Jesús debe buscar una vida que sea íntegra, alineada al llamado de Jesús. ¿Cuántas veces no perdemos la dirección en nuestro caminar con Dios, mientras que aún asistimos a la iglesia o enseñamos clases dominicales?
Esto no puede ser así. 
La integridad espiritual habla de transparencia en todos los sentidos. No quiere decir que somos transparentemente perfectos; no hay tal cosa. Desgraciadamente, se ha pensado que ser espiritualmente íntegros es lo mismo que ser espiritualmente perfectos. Solo ha habido una persona que ha logrado tal vida, y se dio a sí mismo por nosotros. Pero lo que sí quiere decir es que en nuestras vidas hay un marcado odio contra el pecado, hay un constante interés por el crecimiento espiritual, y hay un creciente apetito por la Palabra de Dios. Nuestra vida debe dar señas de que nuestro Salvador está obrando en nosotros, y cuando no es así, queremos pedir al Espíritu que nos “muestre si hay camino de perversidad en nosotros” (Sal. 139:124). 
El ser espiritualmente íntegros quiere decir que estamos públicamente comprometidos con correr una sola carrera (Fil. 3:14), y que no nos detendremos hasta llegar a la meta (Heb. 12:1). Aun con nuestros resbalones y caídas, no seamos ambiguos al respecto. Servimos a un Señor, y nuestra vida, en una medida u otra, da evidencias de ello. Esta clase de integridad espiritual produce una integridad como discípulo.

Integridad como discípulo 

Ser discípulo de Cristo no es cosa fácil. La Biblia nunca enseña eso. Cristo abiertamente dijo que si alguien le quería seguir, entonces tendría que renunciar a todo (Mt. 16:24). Llegó a tal grado que los mismos discípulos de Cristo le cuestionaron, entonces, “¡quién puede ser salvo!” (Mt. 19:25). Pero esta es la parte gloriosa de ser seguidor de Cristo: no se trata de ti, se trata de Dios. 
Ante tal pregunta, Jesús compasivamente les responde que “para el hombre esto es imposible, pero para Dios todo es posible” (Mt. 19:26). Dios hace en nosotros lo que solamente Él puede hacer: transformación y santificación. Nosotros hacemos lo que solo nosotros debemos hacer: disponibilidad y obediencia. 
Que la integridad en nuestras vidas sea la ropa con la que vestimos nuestra alma.
Ese es nuestro llamado, a seguirle. Caminar por donde Él camina, andar por donde Él anda, pensar lo que Él piensa. Somos sus hijos, y queremos imitar a nuestro Padre (Ef. 5:1). Somos sus ovejas y queremos seguir su voz (Jn. 10:27). Somos sus discípulos y le queremos seguir porque está con “nosotros hasta el fin del mundo” (Mt. 28:20). Entendemos que “no podemos servir a dos amos” (Mt. 6:24), y que nuestra vida no pude “echar agua dulce y agua amarga” (Stg. 3:11) al mismo tiempo. Le queremos seguir, le queremos amar, le queremos adorar. Somos sus discípulos, Él nuestro maestro. Somos sus criaturas, Él nuestro Creador. 
Y cada vez que decidimos honrar a alguien más en lugar de Dios, estamos subestimando su poder y autoridad. Estamos engañándonos a nosotros mismos. No podemos considerar normal que un creyente no lea su Biblia, o que no haya evidencias de vida espiritual, o que no ame a Jesús. Eso no es normal… por lo menos no en la Biblia. 
Tenemos que ser transparentes con nosotros mismos. Necesitamos permitir que la Biblia diagnostique nuestros corazones, nuestras mentes, y nuestras vidas. Y si vemos en la Biblia que hay un estándar para el creyente, entonces aprendamos que no es que Dios lo puso muy alto, sino que más bien nosotros vemos a Dios muy bajo. 

Íntegros en todo

Seamos íntegros en todo. Que incluso cuando “comamos o bebamos”, el mundo pueda ver que lo hacemos “para la gloria de Dios” (1 Co. 10:31). ¿Habríamos de pensar que podía ser de otro modo? ¿Acaso pensamos que Dios tiene autoridad sobre la muerte, el pecado, y Satanás, pero no sobre nuestras vidas? Que la integridad en nuestras vidas sea la ropa con la que vestimos nuestra alma.

7 recursos recomendados sobre evangelismo

7 recursos recomendados sobre evangelismo

El evangelismo está en el corazón del propósito de Dios para su pueblo (1 Pe. 2:9). Como Iglesia de Cristo, somos llamados a compartir las Buenas Nuevas de salvación en el mundo entero (Mat. 28:19-20). Pero, ¿cómo ser más efectivos en eso? ¿Cómo aprender a evangelizar mejor, conforme a la Palabra de Dios?
Pensando en eso, aquí compartimos algunos recursos sobre evangelismo bíblico:

EVANGELIO Y EVANGELISMO EN LA IGLESIA

“La Palabra nos dice que Dios agrega los que han de ser salvos. Pablo también dice que Dios da el crecimiento. Tenemos que orar por los conversos. Tenemos que pedirle al Señor que traiga la gente a escuchar su mensaje. Y también Pablo nos dice que la fe viene por el oír. Si no estamos predicando el evangelio de Jesucristo, entonces los convertidos van a ser menos. Tenemos que revisar si estamos orando lo suficiente para que Dios nos haga instrumentos efectivos de conversión, y también si estamos siendo precisos y claros en comunicar la verdad salvífica de Cristo”.

SIN LA TRINIDAD NO HAY EVANGELIO

“Históricamente, las explicaciones ‘simples’ de la Iglesia sobre el evangelio han sido explícitamente trinas (piensa en los credos y las ‘reglas de la fe’). Hoy, sin embargo, nos quedamos perplejos si un evangelista ‘complica’ su mensaje con la Trinidad. Tal vez miramos hacia atrás con condescendencia a San Patricio y su desafortunada analogía del trébol. Sin embargo, ¿no deberíamos admirar su objetivo? La intención de Patricio era introducir a Irlanda a Dios. Y no a cualquier dios, el Dios de los cristianos, el Dios trinitario. ¿Dónde están hoy los Patricios, interesados ​​en predicar al Padre, el Hijo, y el Espíritu a las naciones?”

LA GRAN COMISIÓN SIGNIFICA COMPARTIR LA HISTORIA DE CRISTO, NO LA TUYA, POR TREVIN WAX.

“Un evangelista que sólo habla de su experiencia personal con Jesús puede que se sorprenda al encontrarse con otros que genuinamente hablan del mismo modo acerca de sus experiencias personales en el Islam, el Budismo o el Hinduismo. El deseo inicial de comunicar nuestra experiencia personal puede ser influenciado por el multiculturismo, lo que lleva a una presentación mutilada del evangelio, perdiendo su base en la realidad histórica”.

4 IDEAS PARA CRECER EN EVANGELISMO

“No se puede dar por hecho que una iglesia que escucha el evangelio predicará el evangelio.
 Un pastor que no lleva a su iglesia a orar por evangelismo no está aplicando el evangelio correctamente. Junto a este despertar del evangelio en nuestros corazones, tenemos que orar que Dios nos abra las puertas para proclamar la palabra (Col. 4:3) y nos dé valentía una vez que están abiertas para hablar como debemos hacerlo (Ef. 6:20). Necesitamos el poder de Dios para el evangelismo”.

¿CÓMO DEBO RELACIONARME CON UN NO CREYENTE?

“Sabemos que si confesamos con nuestra boca que Jesús es el Señor y creemos en nuestro corazón que Dios lo resucitó de los muertos, somos salvos. Y en nuestra salvación, los cristianos perdemos nuestra culpabilidad delante de Dios. Pero un efecto muy común es que con nuestra conversión también se pierden las amistades con los no creyentes. ¿No es cierto que para muchos se nos hace difícil enumerar los amigos que tenemos fuera de la comunidad de la iglesia?”

¿EL CALVINISMO MATA LAS MISIONES?

“A menudo se afirma que el calvinismo crea una barrera para el evangelismo y las misiones. La acusación por lo general viene en forma de preguntas. ¿Cómo podrían aquellos que creen que las Escrituras enseñan la predestinación y la elección realmente tener un corazón por las misiones? Si Dios ha determinado quién será salvo, ¿por qué habría necesidad de participar en la evangelización o misiones? Y, sin embargo, podemos decir con seguridad que este es un argumento que carece de pruebas históricas (y base teológica)”.

DIEZ RAZONES POR LAS QUE MUCHAS IGLESIAS NO SON EVANGELÍSTICAS.

“A menos que los miembros y los líderes de la iglesia crean realmente en la perdición de la humanidad sin Cristo, ellos no serán evangelísticos. Juan 14:6 es una clara afirmación bíblica sobre la exclusividad de Cristo para la salvación. Para demasiados líderes y miembros, este concepto es solo palabrería”.

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